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The boy who's constantly sinking. { Anthoney's ID. }

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Mensaje por Anthoney D. Grissom Sáb Ene 25, 2014 4:57 pm


     
{Anthoney Dominic Grissom}


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Dieciocho años.


     
01-11-95


     
Trastornos de humor. {Depresión psicótica}


     
     
2


     
Bisexual.


     
Masculino.


     
Mi Físico

 

Éste chico es de esos que sin hacer mucho esfuerzo destaca entre una multitud de gente, y no porque sea excéntrico en cuanto se refiere a estilo. Su cabello cubre la mayor parte de su rostro, está coloreado de un grisáceo oscuro y es naturalmente liso, aunque la mayor parte del tiempo lo lleva desordenado; obtiene matices morados al recibir la más mínima dosis de luz y, cuando hay muchísima, su cabello se vuelve totalmente púrpura. Su estatura es la suficiente para clasificarlo como alto y la complejidad de su cuerpo es increíblemente delgada, cubierta por una piel blanquísima y tersa, aún si carece de los cuidados para obtener tal textura. Sus ojos, o bien, el único orbe que se le puede apreciar, son del mismo color que su cabello y, aunque la forma en que las profundas ojeras se despliegan bajo su párpado inferior inspire pavor a la mayoría de la gente con la que se ha topado en estos últimos días, emite su mirada llena de una penetrante melancolía. Sus rasgos faciales son delgados, finos y a veces decorados por el rojo fulgor de sus mejillas.
Y para el final, el dato más obvio de todos: ¡las vendas! Son el detalle nuevo que atrae más miradas que cualquier otro y le da un toque aún más espantoso a su look -o al menos cree él.-. Al menos cubren lo que si sería espantoso de observar: heridas sin y con costuras por todo su cuerpo...aunque sea un poco obvio el porqué usa las vendas. Su ojo derecho también fue víctima de su violencia, así que, por el momento, usa un parche para que pueda recuperarse.

Mi Personalidad

 


Fuera de sus trastornos es un chico tímido, fácil de poner nervioso, que si sus ojos hacen contacto con ojos ajenos, se pondrá rojo y aumentará la velocidad de sus pasos. Es inteligente y curioso pero habla muy poco, y cuando habla de manera extensa, no ordena sus ideas y tartamudea. Se aísla por si una de sus alucinaciones aparece cuando hay gente alrededor y porque no le agrada mucho la idea de congeniar con gente real, porque es realmente consciente que mucha gente no es de confiar. Es difícil que suceda, pero cuando de verdad toma confianza se vuelve cariñoso, tal vez juguetón y, al menos, sonreirá un poco. Cuando sus episodios comienzan, se vuelve irritable, sensible, sin energías, no podrá concentrarse y con el pasar de los días se hará peor; tendrá unos violentos ataques de ira y se asegurará de que las consecuencias le provoquen dolor, pérdida total del apetito y de la capacidad para conciliar el sueño, aspectos que lo volverán débil durante el día y lo último y más peligroso, atentará contra su vida usando cualquier método, porque los sentimientos de minusvalía y de culpa, su baja autoestima, le aseguran que no vale la pena seguir viviendo.
No es su intención el hacerlo y sumirse ante sus pensamientos, pero las voces, las cosas que ve y lo que recuerda hacen de su mente muy débil. Su cuerpo también lo es, sin embargo, no presenta debilidad al dolor físico, ha aprendido a transformarlo en placer.


Otros Datos


[►]Ciudad de Procedencia: Yorkshire del norte, Reino Unido.
[►]Estado Civil: Soltero.
[►]Gustos:
° El silencio, los ambientes tranquilos y con poca gente.
° La gente comprensiva y amable.
° El placer que le produce el dolor.
//No quedan muchas cosas que disfrute hacer//
[►]Disgustos:
° Le teme a los insectos y a la gente anciana.
° Todo lo que se refiere a él mismo.
° Las críticas y las burlas.
° No tolera ser empujado, que le pregunten demasiado o, en realidad, ser presionado de cualquier forma.
[►]Otras Enfermedades: Presenta síntomas de anemia.
[►]Virtudes:
° Debido a que poca gente se queda a su lado y confía en él, le emociona que alguien le confíe sus secretos, por lo que promete llevárselos a la tumba.
°  Al no preocuparse mucho de él mismo, su preocupación se centra en la gente que lo rodea. Los demás vienen antes que él.
° Cuando se trata de comportarse con chicas, no dirá mucho, pero tratará de ser lo más delicado posible.
[►]Defectos:
° Es bastante pesimista.
° No controla la violencia con la que reacciona a los reflejos.
° Aveces se asusta con lo más mínimo, puede llegar a lagrimear del susto que se lleva, aunque sin hacer ruido alguno. Pero cuando se trata de ocasiones en la que de verdad debería estar asustado, no lo demuestra

[►]Otros:
° La mayoría de sus delirios y alucinaciones son bastante perturbadores, pero hay una en especial con la que puede convivir y se creó a partir de su culpa. Teme perderla una vez internado en el asilo.
° Prefiere jamás mencionar los nombres de sus familiares.
° Desde que llegó a Escocia siente una terrible comezón en la herida de su muñeca, pero no hay signos de infección.


   
Mi Historia


"El primero de noviembre de 1995, los Grissom sostienen con disgusto a su tercer hijo. Siempre habían querido a una mujer más en la familia y no querían que un doctor les asegurara el género del bebé que estaban esperando, porque creían ciegamente que Dios le enviaría una niña. Y ¡vaya sorpresa se llevaron! Lo nombraron como sus abuelos porque jamás pensaron en un nombre para él.
Para ellos, el nacimiento del pequeño Anthoney Dominic Grissom, fue como un mal presagio.

Su madre lo cuidó como si estuviera obligada a hacerlo y a medida que empezó a crecer, lo fueron dejando solo en casa. Él hacía todo por su cuenta, pero al mínimo desorden, su madre lo regañaba como si hubiera hecho algo verdaderamente atroz.
Ella se comportaba distinta cuando sus tíos iban de visita; fingía que le importaba su hijo. Pero llegaba del trabajo y si él se demoraba mucho en hacer alguna cosa que ella le pedía o si él no sabía la respuesta de lo que le estaba preguntando, descargaba su ira en él. Y decía que todo era su culpa.
Su padre se aparecía de vez en cuando por la casa, muchas veces llegaba borracho y, en ese estado, era peligroso. Nadie se acercaba a él y tampoco nadie le advirtió alguna vez al más pequeño. Una vez, se acercó a recibirlo con inocencia y él lo alzó por el cuello, lo lanzó al suelo y quebró una botella de vidrio en su espalda. Era su culpa, según su padre, y jamás pidió ayuda o lloró escandalosamente. Se levantaba en silencio, pero con la cara mojada en lágrimas y se escondía en la biblioteca. Su hermano le conseguía ayuda con las heridas de vez en cuando pero, luego, él tuvo que arreglárselas por sí mismo.
El mayor de sus hermanos era abusivo y burlón. Él también le decía que era su culpa y tiraba de su cabello o lo lanzaba al suelo. Jamás pidió ayuda, porque sabía que nadie ayudaría. Nadie lo defendería.
El otro hermano era mucho mejor. Se quedaba en silencio cuando observaba a sus padres golpearle, pero si era el mayor el agresor, discutiría con él para que lo dejara en paz. Quizá no toda su familia era mala, después de todo.

Hubo días en los que todo era mucho mejor. Anthoney tenía cuatro años cuando su madre esperaba a una niña y, esta vez, sí estaban seguros de ello. Se llamaría Amelia.
En ése entonces su madre besaba las mejillas de su hijo pequeño antes de ir a trabajar, el padre revolvía su cabello antes de salir de la casa. Su hermano era igual de abusivo o incluso peor.

Pero en ése entonces todo estaba bien.

Hasta que su hermano acorraló al pequeño y lo empujo al suelo, lo golpeó en el estómago y con sus puños golpeó su rostro. Su madre lo encontró con una bolsa de hielo en su mejilla y un brazo rodeando su estómago. Lo alzó desde su muñeca y le preguntó quién había sido. No hubo respuesta alguna.
Volvió a preguntar, mucho más histérica, pero no quería decir nada. A pesar de todo, no quería que golpearan a su hermano. Y su mirada enojada se transformó en una expresión de dolor.
Ese día perdieron a Amelia y todo fue su culpa, aunque jamás creyó que una pequeña pelea como ésa le haría perder a su bebé.
Ese día fue el día en que despidieron a la agradable señora Hughs, que se había quedado dormida en el sofá durante el violento incidente del hermano mayor.
Pero, desde entonces,  los mayores de la familia se desquitaban con él cada vez que una tragedia ocurría.

La casa que tenían les perteneció a sus bisabuelos y era enorme, no sólo la vivienda si no también el terreno y no tenían vecinos. La biblioteca ocupaba más espacio que muchas de las otras habitaciones y Anthoney amaba ese lugar de la casa. Cuando notaba que todos estaban enojados se escondía ahí y no salía hasta que uno de sus hermanos lo llamaba para preparar la cena. No iba a la escuela o al jardín de niños a los cinco años, pero su hermano le había enseñado a leer, y en los libros encontraba mundos increíbles.
Un día se encontraba leyendo acerca de un hombre, que se inyectaba algo que no entendía, pero que era muy inteligente y resolvía misterios complicados. Detrás de él escuchó una risita y al voltear, observó a una niña pequeña muy alegre. Estaba tan feliz de que Amelia estuviera viva, pero debía mantenerla oculta para que ellos no le hicieran daño.
Ella creció junto a él y con el tiempo, se dio cuenta de que nadie más podía verla o escucharla. O sentirla. Pero se sentía afortunado de que alguien se quedara a su lado sin criticar su apariencia o personalidad. Se sentía feliz de que estuviera viva y que nadie pudiera arrebatársela.

Los tíos obligaron a la madre a que lo enviara a la escuela y notó que no era muy distinto a su hogar. Era golpeado y molestado, pero era el mejor de la clase, aunque no esperaba las felicitaciones de su madre.
Y menos de su padre porque huyó de la casa cuando Anthoney tenía diez. Y de nuevo era su culpa.
Y de nuevo su madre lo castigaba;  incluso era más severa. Pero nadie hacía nada, porque nadie supo y nadie quería que alguien supiera.  Así que aprendió a transformar su dolor en placer.
Tenía catorce ya, se había hecho cercano con el hermano que le llevaba por tres años, escuchaban la misma música, leían los mismos libros. Y él lo defendía.
A veces se sentía terriblemente culpable por todo lo que había pasado, aún si todos decían que no era su culpa, habían voces, que no sabía de dónde venían, que confirmaban que sí lo había sido. También comenzó a ver gente que al parecer nadie más veía. Le aterrorizaban mucho, porque no era gente normal; sus caras eran cubiertas por máscaras blancas y a través de los agujeros para los ojos no se podía apreciar nada más que un fondo negro.
Y si las veía, lloraba. Pero su hermano estaba para asegurarle que no había nada ahí.

Ambos hicieron un montón de cosas que no debieron, considerando qué eran el uno del otro y que tipo de madre tenían. Pero se querían muchísimo. Estaba dispuesto a perder lo “puro” con él, porque no era una mala persona.
Y veía como su hermana se ponía celosa.

El día de su cumpleaños, su hermano regresaba de comprar cosas que necesitaba la madre, que entonces se encontraba muy enferma. Mencionó que iría a comprar su regalo, su primer regalo de cumpleaños. Y se despidió de él.
Y ese día su hermano murió en un accidente de coche. Y de nuevo era su culpa. Todo su culpa.

En la enorme casa se escuchaban gritos todos los días. Eran los gritos del más joven, que no podía soportarlo más. Golpeaba, paredes y muebles, valijas, cuadros. Pasaba los días llorando, no salía,  no dormía y no comía. Se golpeaba los puños y brazos, y cortaba con una navaja la piel de sus piernas y abdomen.
Nadie hacía nada porque a nadie le importaba y no muchos sabían.
A veces su madre le gritaba "¡Demonio!",  como respuesta a sus gritos, pero ya no le importaba.
A veces gritaba del horror que le provocaban las alucinaciones. Había una en especial, una anciana que lo apuntaba gritando que era su culpa, rodeada de la gente con túnicas negras y máscaras blancas, con sangre en las manos, encogiéndose de hombros.

Y una vez encontró a su madre en una tina de baño con las muñecas abiertas y bañadas en sangre.
Y él lloró, porque si él no hubiera nacido, ella hubiera sido feliz y estaría viva. Y Amelia también lo estaría. Y su hermano. Y su padre todavía estaría en la casa. Y su hermano seguiría igual de estúpido pero viviría con todos ellos y no con sus tíos.

Sus manos comenzaron a temblar y luego sintió que todo comenzaba a temblar alrededor.  Aunque no estaba asustado. La gente con máscaras comenzó a llenar la casa, corriendo de habitación a habitación, empujándolo. Dos pequeñas figuras con máscaras tomaron sus muñecas y lo arrastraron por la multitud hasta la cocina dónde se encontraba la anciana. Seguía gritando que era su culpa y el asintió, llorando. Tomó el pica hielo y lo clavó en su hombro, siseando del placer.
No era suficiente.
Y, cuando todo su cuerpo se llenó  heridas, la anciana añadió un toque final. E hizo que Anthoney tomara un cuchillo y abriera su muñeca, lenta y verticalmente.
Y cayó al suelo.

Despertó en un hospital con la cálida mirada de su tía sobre él y a su lado se encontraba Amelia, quién lo miraba preocupada.  
Él no quería ser salvado.
Sus tíos se iban a Edimburgo la próxima semana y decidió irse con ellos. Su hermano, que había decidido irse a vivir con ellos para alejarse del ambiente de su hogar, lo miraba con malicia.
Días después de la mudanza a Escocia,  ambos fueron a dar un recorrido luego de hacer las compras para la cena y cuando Anthoney se distrajo, murmuró: Todo es tu culpa. Lo golpeó en el rostro y huyó.
Lo último que vio fue una figura pequeña envuelta en túnicas y con el rostro bajo una máscara blanca, cólocando su dedo índice sobre los labios de plástico, pidiéndole que se quedara callado. Y perdió el conocimiento.
Despertó a la mañana siguiente en un callejón, aunque con todas sus compras y dinero intacto.
Cuando volvió, sus tíos preguntaron en dónde estaba su hermano y qué le había pasado en el rostro.  Él sólo alzó los hombros y subió las escaleras, quitándose el hilo que cerraba sus heridas para agregar más sobre las antiguas.
Su hermano no volvió a aparecer, lo que  preocupó a sus tíos y los motivó a hacer anuncios buscándolo, junto a la policía local.
Él pudo vivir sus últimos días en la casa de sus tíos con una familia cariñosa y alegre. Pero, de cierto modo, no era su familia y tampoco sentía que la merecía.
Su tía sugirió, al escuchar cómo se sentía, que lo internaran en el asilo que se encontraba cerca. Anthoney sólo asintió.
Y ahora se encuentra cubierto de vendajes, usando un parche que no le deja ver bien y escribiendo esta especie de carta en tercera persona porque un doctor se lo pide.
Amelia, le dice que su corbata es muy linda.
Por favor, no pregunte nada al respecto."

   
   
Más Datos

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Anthoney D. Grissom
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Mensaje por Ingrid V. Seckandroff Sáb Ene 25, 2014 5:04 pm

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